En Chile, la añada de 2019 estuvo marcada por una aguda sequía que se prolongó durante toda la temporada, completando una década de déficit hídrico en la principal zona de viñedos del país. La primavera, más fría que lo habitual, generó retrasos en las brotaciones y un proceso lento de pinta. Hacia fines del verano, y gracias a las temperaturas más moderadas y a grandes amplitudes térmicas, la madurez se homogeneizó, lo que permitió cosechar uvas sanas, con gran concentración y buenos niveles de acidez.
En el Valle de Leyda, esta fue una temporada de escasas precipitaciones y poca humedad ambiental, pero de viñedos sanos. La cosecha, de rendimientos normales, se adelantó en 2 a 4 semanas según lugar y variedad. Las condiciones climáticas más frescas antes de la cosecha fueron ideales para el desarrollo final y para generar una madurez lenta de las uvas. Se destacan especialmente los resultados en Sauvignon Blanc, mientras cepas como Syrah y Pinot Noir entregaron una buena expresión varietal y un perfil elegante.
En el Valle de Casablanca, , la brotación partió anticipadamente, pero, gracias a la ausencia de heladas, resultó muy favorable, dando paso a un proceso de floración que se llevó a cabo con buenas temperaturas y sin la presencia de lluvias. Se observaron rendimientos más bajos (hasta de un 20%) comparado con temporadas anteriores, pero de uvas sanas y con buenos perfiles aromáticos, especialmente en Chardonnay, Pinot Noir y Syrah. La cosecha partió con un adelanto de entre dos y cuatro semanas según las diversas áreas y variedades, dando vida a vinos muy expresivos en boca.
En el Valle del Maipo, , a pesar de que la brotación se produjo más tarde que otros años, la cosecha se adelantó en unas dos a tres semanas, según variedad y origen. El déficit de precipitaciones dio paso a leves deshidrataciones en las bayas, sobre todo en la cepa Merlot, y a una ligera disminución de los rendimientos. Sin embargo, las condiciones sanitarias fueron perfectas, con vinos de buenos pH y atractivos perfiles aromáticos, especialmente en los clásicos Cabernet Sauvignon y Syrah del valle.
El Valle del Rapel, , que comprende los sub-valles de Cachapoal y Colchagua, estuvo marcado por la escasa lluvia que predominó en todo el país. Las altas temperaturas de enero y febrero se vieron compensadas con el frescor nocturno, característico de la zona, generando un diferencial térmico que permitió que la brotación y la floración, además de la madurez, se llevaran a cabo en buenas condiciones, destacándose en especial la calidad global de las variedades tintas.
En el Valle del Cachapoal, , la sequía fue contrarrestada mediante un eficiente manejo del stress hídrico. Ello permitió obtener rendimientos cercanos o superiores a los normales en variedades tintas, así como también buenos pH y notables expresiones aromáticas, especialmente en la sección andina del valle. Las variedades blancas, como Chardonnay y Sauvignon Blanc, sufrieron una disminución de los rendimientos como resultado del inesperado evento de granizos primaverales, pero los vinos muestran una buena calidad global.
La zona de Peumo, presentó buenas condiciones, aunque se pudo apreciar una cierta heterogeneidad en la madurez de las uvas y algo de deshidratación, principalmente debido a las altas temperaturas de fines de enero y principios de febrero. Los rendimientos estuvieron en rangos normales, dando vida a tintos de buenas concentraciones y a blancos de calidad. El clima más fresco que predominó hacia finales de la temporada generó un retraso en las fechas de vendimia y permitió cosechar uvas de muy buena madurez fenólica.
En el Valle de Colchagua, , tanto en su sector cordillerano como en el más costero, las condiciones de esta añada resultaron muy positivas, dando vida a vinos blancos y tintos muy bien evaluados por sus expresiones aromáticas, acidez y frutosidad. La ausencia de condiciones climáticas adversas, así como la gran amplitud térmica del valle, permitieron que tanto la brotación y la floración ocurrieran sin problemas. La cosecha se adelantó en unas dos semanas, con rendimientos que estuvieron dentro de los límites esperados.
En el Valle del Maule, y producto de la sequía, los rendimientos de algunas variedades como Carmenère y Cabernet Sauvignon fueron levemente menores que en años anteriores. Sin embargo, un buen manejo de las técnicas de riego y un clima más fresco hacia el término de la temporada, permitieron revertir una inicial heterogeneidad de las madureces, obteniéndose uvas de buenas concentraciones, excelente estado sanitario y atractivos perfiles aromáticos, sobre todo en tintos.
En el Valle de Cauquenes, , el inicio de la temporada pareció complicarse debido a la presencia de heladas y precipitaciones primaverales que generaron una disminución de hasta un 20% en los rendimientos. Sin embargo, las buenas temperaturas y condiciones de luminosidad, así como la ausencia de lluvias durante la cosecha, permiten afirmar que la calidad de los vinos de esta temporada, sobre todo los de Carignan, será buena a muy buena, tanto en lo que se refiere a sus perfiles aromáticos y de sabor como por su contenido total de acidez.
En el Valle del Itata, , los viñedos cultivados en secano sintieron la sequía de esta temporada, sobre todo los de las cepas País y Moscatel, que sufrieron deshidratación de las bayas. La temporada mostró gran heterogeneidad en los procesos fenológicos de las parras, lo que llevó a un retraso de unas dos semanas en las fechas de cosecha de las distintas variedades. Los rendimientos fueron inferiores a los históricos, pero con uvas de buenas concentraciones, con variedades como Chardonnay y Carignan mostrando una excelente calidad.
En el Valle Central, de Chile, esta fue una cosecha bastante técnica. Si bien a lo largo de casi toda la temporada predominó un clima seco y caluroso, los adecuados métodos de riego no solo permitieron mantener los rendimientos en niveles levemente inferiores a los normales, sino también entregar uvas de excelente estado sanitario. Los vinos de esta añada muestran una calidad considerada hoy como buena a muy buena, destacándose especialmente las acideces de los tintos y la austeridad en nariz de los blancos.
Mendoza, 2019
La calidad de la vendimia de 2019 está considerada como excepcional en la gran región de Mendoza. Si bien el invierno fue más frío que en añadas anteriores y causó un leve retraso del inicio de la brotación, las temperaturas y la pluviometría estuvieron en rangos normales, sin heladas tardías que afectaran el desarrollo de las parras. El proceso de pinta partió algo más lento, pero las temperaturas moderadamente cálidas del verano (salvo algunos golpes de calor en enero y febrero) permitieron apurar el proceso de maduración. Se cosecharon uvas sanas, con rendimientos levemente inferiores, pero con buenas acideces naturales y atractivos perfiles aromáticos.
En el Valle de Uco, la temporada 2018-2019 se caracterizó por una primavera fresca y lluviosa, seguida de un comienzo de verano inusualmente frío y nublado. Luego, el clima más seco y las temperaturas más elevadas dieron paso a una progresión lenta de la madurez. Ello hizo posible dar vida a vinos con notables expresiones de fruta fresca y especias, además de taninos de buena estructura, sobre todo en Cabernet Franc y Malbec. En cuanto a los blancos, en Uco destacan los Rieslings de altura por su gran amplitud y buena untuosidad en boca. Por su parte, los vinos de Sauvignon Blanc y Chardonnay muestran aromas más maduros que en otros años, tal vez producto de los golpes de calor ya mencionados.